lunes, 2 de septiembre de 2013

Ante el dolor de los demás. Susan Sontag

La autora comienza trayendo a colación el ensayo de Virginia Woolf titulado "Tres Guineas" y retoma unas palabras de la autora respecto a las imágenes de la guerra: "No condolerse con estas fotos, no retraerse ante ellas, no afanarse en abolir lo que causa semejante estrago, carnicería semejante: para Woolf ésas serían las reacciones de un monstruo moral. Y afirma: no somos monstruos, somos integrantes de la clase instruida. Nuestro fallo es de imaginación, de empatía: no hemos sido capaces de tener presente esa realidad". Estas fotos de las que habla son las de cuerpos mutilados, casas destruídas... un paisaje de carne humana y desolación. Estas fotos de las que habla Virginia, de las que habla Susan... son las mismas machacantes fotos a las que nos tienen habituados en los medios. Es tal la crueldad de ellas, que mientras las emiten en los telediarios... miramos a nuestra ensalada y nos limitamos a escuchar. Nos limitamos a transigir ante el dolor de los demás.A verlas, pero sin mirarlas. Como destaca la autora: Durante mucho tiempo algunas personas creyeron que si el horror podía hacerse lo bastante vivido, la mayoría de la gente entendería que la guerra es una atrocidad, una insensatez. Y esa insensatez, hoy se premia incluso con premios. Sin más, el premio Pulitzer 2013 es una imagen de la guerra de Siria tomada por el fotógrafo Manu Bravo.
Pues eso, una insensatez mayúscula.La autora cita también el trabajo de Ernst Friedrich, Krieg dem Kriege! [¡Guerra contra la guerra!, que utiliza la imagen como "terapia de choque" en palabras de la autora. ¿Sirve de algo empezar con juguetes de soldados y terminar con un cementerio de soldados? El mismo final es escogido para la película Gance. Y las preguntas (retóricas) son: ¿aprendemos de las imágenes? ¿Somos impasibles ante el dolor ajeno? Respuestas evidentes. Se trata de obras surgidas a raíz de la Guerra Mundial. Años después, estalló de nuevo la guerra. Y seguimos en la Modernidad: "Ser espectador de calamidades que tienen lugar en otro país es una experiencia intrínseca de la modernidad, la ofrenda acumulativa de más de siglo y medio de actividad de esos turistas especializados y profesionales llamados periodistas. Las guerras son ahora también las vistas y sonidos de las salas de estar. La información de lo que está sucediendo en otra parte, llamada «noticias», destaca los conflictos y la violencia —«si hay sangre, va en cabeza», reza la vetusta directriz de la prensa sensacionalista y de los programas de noticias que emiten titulares las veinticuatro horas—, a los que se responde con indignación, compasión, excitación o aprobación, mientras cada miseria se exhibe ante la vista". Aterra: espectadores de calamidades como algo propio de la Modernidad. ¿Realmente lo hemos pensado? La respuesta es no. La fotografía congela ese momento, ese punto de la historia y ahí nos quedamos absortos en ello sin establecer las relaciones de esa imagen. Señala la autora que desde la invención de la cámara, esta se ha permitido ir siempre con la muerte. Y eso ha llegado hasta hoy. Veámoslo con un ejemplo, el de la niña de 13 años Omayra víctima de la erupción del volcán Nevado del Ruiz en Colombia. No pudo ser rescatado, pero su imagen dio la vuelta al mundo. Frank Fournier fue el fotógrafo de la imagen que habla por si sola, pero que no escuchamos lo que nos dice.
Es todo ello la innegable fuerza de la imagen, aunque sea una imagen atroz. Y si la imagen es menos pulida es más real. La autora pone de ejemplo las imágenes del 11S. La imagen del fotógrafo Richard Drew nos muestra a una hombre avocado a la muerte.
Y paradójicamente, se nos apunta a que el fotoperiodismo maduró en los años cuarenta parejo al desarrollo de la guerra. Cuando menos, para pensar.

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